Coldplay: de la banda sonora de mi vida al fenómeno del postureo
Su segundo álbum sigue siendo, para mí, una obra maestra. No me tiembla el pulso al decir que lo considero el disco perfecto: melódico, profundo y con esa melancolía que marcó a toda una generación. Canciones que no eran solo temas, sino refugios emocionales.
He tenido la suerte de verlos en directo en dos ocasiones: en 2009 en Barcelona durante el Viva la Vida Tour y en 2012 en Madrid, en el antiguo Calderón, donde comenzaron con la famosa tradición de las pulseras luminosas. Experiencias únicas que todavía guardo como tesoros personales.
Pero no puedo negar lo evidente: a medida que Coldplay fue haciéndose más comercial, con colaboraciones pensadas claramente para el mercado masivo, quienes los seguimos desde sus raíces nos hemos sentido desconcertados. Esa intimidad de sus primeras canciones se fue diluyendo en medio de la espectacularidad, los estadios llenos y la música diseñada para sonar en cualquier radio del planeta.
Un ejemplo claro lo viví recientemente con sus conciertos en Barcelona: hicieron tres fechas, y aun así fue imposible conseguir entradas. Y lo que más me impactó no fue no poder ir, sino lo que descubrí después. Cada vez hay más gente que va por puro postureo. Personas que, sinceramente, no conocen ni cinco canciones del grupo, pero que quieren “la foto”, el “yo estuve allí”. No se trata de juzgar —todos tienen derecho a disfrutar de un directo de Coldplay—, pero sí de señalar un fenómeno real: los conciertos se han convertido para muchos en un escaparate, más que en un encuentro con la música.
Como fan, esto duele. Porque ves cómo esa conexión genuina, esa complicidad que se sentía en los primeros años, se transforma en un evento masivo donde a veces la música pasa a un segundo plano. Y lo peor es pensar en lo que puede venir: con los conciertos previstos para 2027, me temo que volverá a repetirse lo mismo. Bots acaparando entradas para la reventa, fans de toda la vida quedándose fuera y un estadio lleno de móviles levantados para la foto de Instagram.
Sé que a muchos no les gustará esta opinión, pero hablo desde lo que he visto con mis propios ojos. No dejaré de reconocer que Coldplay es una banda que ha marcado la historia de la música, y que seguirá llenando estadios. Pero para los que los conocimos en aquella etapa más íntima y auténtica, es inevitable sentir cierta nostalgia y hasta frustración.
Al final, lo que queda es el recuerdo de aquellos discos que nos acompañaron en momentos importantes, y la certeza de que, aunque Coldplay haya cambiado, esa banda que me atrapó en mis inicios seguirá viva cada vez que vuelva a sonar uno de esos temas que marcaron mi vida.

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